Exorcismo Exprés

                                                             
                                                                  Vomito.

Vestido de blanco asesino de negro rezo
a La Llena.
                                                                      Grito.

Una raíz del diablo y un cuarzo rosáceo
nuevo y resplandeciente equilibrio.
                                                                 Me evito.

Las duchas
recorren las líneas de mi cuerpo.
                                                                 Me elevo.

Los golpes
del Espíritu en las puertas
del armario guardan ropas limpias.
                                                                       Bebo.

Dios santo y Diablo golpean
en la cabeza como el Tiempo se marca
por manecillas.

                                                                    Bendito.

Viernes

La Isla es el Tesoro y Viernes una joya oxidada. Viernes pesca. La sal del océano y el orín lo limpian. Su pelo rizado microecosistema para insectos y raíces. La barba enrolla su cuerpo en la noche: capullo y metamorfosis cada mañana. La alegría del marisco le hace dar vueltas. Hace fuego camuflado. Melanina chamuscada bajo los hombros de barro solar. El barco de Viernes está encerrado en un botella de mar. Sus compañeros son corales- unas tumbas-unas muertes ondeantes. Tucán es Dios. Las monedas de oro no se cambian por nada, las utiliza para simular ranas. Las olas son la tortura y los colores exóticos cegadores. La Soledad es el Imperio, el Rey y el Bufón. Volcán amarrado. La arena ardiendo, el hielo. Viernes caza mariposas, lucha contra murciélagos amenazantes. Naúfrago muerto viviente, los monos son su espejo.

La última doncella (cowboy)

El cowboy se desvistió pausadamente y el sombrero y las pistolas y los calzoncillos largos fueron parafernalia. Se quedó vestido por los pelos. Metió con cobarde tiento los pies en la bañera humeante y hundió todo su cuerpo. La barba prominente destellaba reflejos. La bañera era de acero y madera quejumbrosa coronada en la popa con una cabeza de caballo. El cowboy agarró con delicadeza la campanilla y la hizo sonar. La puerta entornada se abrió completamente y pidió a la doncella que le hiciera el favor de que le afeitase. Con el delantal de volantes blanco bruma le secó la cara y quedaron marcadas todas sus cicatrices. La doncella se vio a sí misma en ellas mientras quedaba embriagada  por el vapor. Con la navaja en el cuello le tenía a su merced. La doncella se desvistió pausadamente, y el delantal y el vestido y la cofia fueron parafernalia. Dejó caer la navaja en el agua. Mientras el cowboy la tentaba en el fondo, la doncella se puso los calzoncillos largos, se ajustó el sombrero, se enfundó las pistolas, y atravesó la puerta.