Gelatina

Chupo, lamo y engullo. ¡Se mueve tanto! Está nerviosa. Hecha un flan.
Es agua travestida. Sorbo, muerdo y trago. Ligera. Insípida. Vulgar.
¡Desaparece tan rápido! Su vida ha sido corta y superficial. Normal.
Golosina que pretende ser montaña. Rebaño. Fue vacía y brillante.
Un molde sin personalidad, ridícula y desparramada en mi estómago.

¡La cuchara hizo tan poco esfuerzo! Una ducha, una fiesta de pijamas.
Efímera fresa polvorienta, tan de plástico como su envoltorio. Tonta.
Luchó por ser vertical pero no murió de rodillas. No pesa, se mezcló.
Mi porciento de H2O rosa. La fiesta empieza ¡qué divertido interior!
Hasta el amanecer de mis heces. Volará hasta el mar rápida. Marrón.

¿Alguien ha visto mis gafas?

Juraría que las había dejado encima de la mesa donde tengo el teléfono. Creo habérmelas quitado cuando me llamaste. No forzar la vista mientras hablo por teléfono agudiza mi sentido del oído. Pero ahora no encuentro mis gafas y he quedado para ir al cine. Pensarás que ir al cine o tener una mesa para el teléfono es algo anticuado. He buscado en el baño. A veces me doy baños con las gafas puestas para leer con mejor detenimiento la composición del gel. Hago muchas cosas desnudo y con las gafas puestas. No puedo evitarlo porque ya forman parte de mi cuerpo. Son una extensión de carey. Pero ahora las necesito y parece que la tortuga se ha metido debajo de la cama, el sofá o el armario. Mientras ato un nudo en un pañuelo blanco y rezo a San Antonio, reproduzco el camino hacia atrás de mis últimos movimientos. Vuelvo a sentarme al lado de la mesa del teléfono. Me levanto y voy a la cocina. Estaba preparando un café cuando llamaste. Busco dentro del frigorífico porque mi imaginación vuela tan alto a veces que las conexiones de mi cerebro mandan mensajes erróneos a mis extremidades. Vuelven a llamar por teléfono. Vuelves a ser tú. Me pides disculpas por lo de antes. Ahora recuerdo que tu comentario sobre los publicistas no me hizo mucha gracia. Me dices que estás muy perdida y que no sabes quién eres. Cuando descuelgo tengo una fuerte crisis existencial y yo tampoco sé quién soy. Voy al espejo para intentar reconocerme y tengo las gafas encima de la cabeza.

Humo y ambrosía

Flaubert decía que no era interesante para el lector leer sobre la madre, el novio, el abuelo o cualquier otro familiar del escritor. Y si éste último escribía sobre ellos, demostraba mal gusto y ganas de aburrir. Yo estoy de acuerdo hasta estas próximas trece líneas. Recuerdo que la polaroid que le hice a mi abuelo Félix cuando tenía doce años fue utilizada por mi tía para pintar un retrato al óleo. Luego con veintiséis, le hice una foto con mi cámara digital al cuadro. Confieso sin temor a ser tachado de loco que a veces mi abuelo se me aparece en forma de humo blanco de cigarrillo negro. Esté en cualquier habitación de hotel de cualquier ciudad o pueblo, mi pituitaria lo reconoce inmediatamente cuando me visita. Por ejemplo, el otro día mi hermana mayor Rosaura, con la que paso mucho tiempo y que me aloja en su casa en días en los que sufro de melancolía, me preguntó si había fumado en su habitación de invitados, porque según ella le había llegado hasta la cocina donde preparaba ensalada de ambrosía, un olor parecido a como olía la habitación de nuestro abuelo. Sonreí para mis adentros y sin miedo de ser tildado de fantasioso, le expliqué que no había fumado, que estaba dejándolo y que no iba a tener la desfachatez de fumar sabiendo cómo ella lo detestaba. Me atreví, por tanto, a relatarle las experiencias que había tenido en otras ocasiones. Ante mi sorpresa, no pareció darle importancia y continuó en silencio descascarillando una piña como si nada hubiese sido narrado.

Dinero (Veo tu cara en todos los billetes).


Hay una moneda dorada abandonada en medio del campo.
Nadie la ve porque está debajo del arbusto.
En su día fue una rana en el charco.

De camino, lío un billete como cigarrillo negro.
Pagaré en puros cubanos.

De paso, chupo sellos azules.
Estampo caras.

De nuevo, busco en las esquinas de los bolsillos.
Encuentro cinco milímetros de cobre que reactivan
mi máquina.

Fundo en oro el anillo.
Descambio los lazos rojos y los envoltorios pomposos y brillantes.

Hay un fajo debajo de la cama.
Nadie lo ve porque mi cabeza está sobre la almohada.
(Veo tu cara en todas las fichas de póquer).

Algas

Han cortado el pelo a Medusa
Se enredan a mis pies como sandalias
Pegajosas cadenas de fantasma
Me atan al Origen.
Me pesan
Subido a la báscula achatada
Gusanos vegetales momifican mi planta
Cosen mis rotos, cicatrizan las huidas,
Embellecen el llanto, parchean.

#TrincheraEnLaPlaya

Trinchera en la que yo soy mi enemigo mareado por el cloroformo que me aplico
espero la caída de la noche para emboscarme.

Bebo güisqui y bailo agarrado a mi pecho hueso cicatrizado.
¿Qué hay detrás?

Mi sangre dentro de una bala, saltar cinco centímetros del suelo, vahído no fingido y calma negra al aire.

La curiosidad está en la cima enrollada de los matojos que picotean los buitres.
(Mi carne plástico dentro de una hora).

Contra mi espalda me tiendo la mano y apoyo la cabeza en mi hombro. Me fundo y exploto.
(Oler a pólvora y algas) (Faquir de casquillos y conchas)

El Hoyo espera que se le devuelva su vestimenta. (Mi abono)

Huyo quieto silbándome al oído. confesando que maté a varios hombres con la frialdad con la que pongo una hebra en mi boca.
(El cigarro humea al otro lado)

Qué contestar si debo no estar camuflado y coronado por las espinas del tiempo.
(Madera desintegrada)

Cerca el caballo desbocado de dolor por herraduras clavadas en mis pies agujereados (mohosos por la humedad) y vueltos a secar por la sal del mar.

Negligé

Negligé en la playa.
El viento te peina.
Te enjoyan los rayos.
Te viste la arena.
Te calzan las algas.
Negligé en la playa.

Escarabajo

Vienes haces eses hacia mí,
negra bola tornasolada crujiente de sal.

Yo no abriría la boca si fuese una escultura,
porque quieto me río de tus torpes movimientos
de dirección dudosa.

Quizás huela mal.
Pero,

estamos en la misma barca de vela sombrilla,
rayada sobre arena microcosmos en la playa,
avanzando con remos hecho de extremidades.
E inevitablemente,

vuelas bajo haces eses hacia mí,
cosquilleas mi dedo gordo, te dejo ir
dibujo egipcio, súbdita pisada,
por los caminos de mi piel caliente
de venas y guaridas.