Thor
Lo conocí a la salida de una discoteca. No recuerdo su nombre. Me llevó
a casa en brazos demostrado tener una fuerza sobrehumana. Ese verano había
decidido no hacer dieta. Le di mis llaves y consiguió abrir las puertas con una sola mano
mientras sostenía mi cuerpo con el otro brazo. Su pelo engominado despedía un
olor a plástico y dulces. Me sorprendió que su barba fuera débil en comparación
con el matojo rizado que cubría su cabeza. Parecíamos unos recién casados
cuando entramos por el umbral de mi dormitorio. Le dije que me
disculpase un momento para ir al baño. Aproveché para retocar mi maquillaje, cardarme el
pelo hacia un lado tapando uno de mis ojos a lo Verónica Lake, y embutirme en un picardías de seda violeta. Para hacerme de rogar, me pinté las uñas de los pies y tardé veinte minutos soplando sobre ellas
y sólo paré cuando me di cuenta de que estaba hiperventilando. Una gota de
perfume. A lo lejos él me comentaba que le gustaba mucho el papel de pared que
había elegido. Antes de que comenzara a hablar sobre él, salí del baño lentamente haciéndome la vamp y me acerqué a la
silla de mimbre de orejas donde reposaba. Sus besos
desconocidos eran tan apasionados como
el de cualquier exnovio conocido. Sin desvestirse, me quitó el camisón y arrancó mi ropa
interior. Mi vanidad por un momento me hizo pensar “quién rompe paga”
pero me dejé llevar pensando en las próximas Rebajas. El logotipo de su camiseta en forma de puño comunista
parecía que me estaba penetrando con sólo mirarlo. Le bajé los pantalones de
cuero y descubrí un clítoris. No me molestó, porque sentía que su lengua estaba erecta, sus pies estaban erectos, su cabeza estaba
erecta.
Diván
Lánguidos huesos mullidos a los perdedores los hace musos
Tantas manchas de maquillaje tantos pelos rizados tantos cojines de borlas
Estandarte decadente al que se agarra el silencio.
Las axilas succionan humo de cigarrillos blancos la escultura de carne en su tumbas barnizada suspira.
Llevas la corona de laurel (desparramada) y el cetro sexual pero no te confundas:
Sigues siendo el bufón.
Tantas manchas de maquillaje tantos pelos rizados tantos cojines de borlas
Estandarte decadente al que se agarra el silencio.
Las axilas succionan humo de cigarrillos blancos la escultura de carne en su tumbas barnizada suspira.
Llevas la corona de laurel (desparramada) y el cetro sexual pero no te confundas:
Sigues siendo el bufón.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)