Feria


Absorber el algodón de feria pomposo
de polvo de ángel rosa sabroso
derretido en la boca ociosa de papilas glotonas
y sulfurantes.

Desde que ocurrió

Desde que ocurrió hace sólo unos días no he podido recuperarme del todo. Sólo un ir de un lado para otro tambaleándome. Aunque en el fondo sabía que no supondría nada cuando pasara algún tiempo. Simplemente continuaba sin saber por qué. El tiempo no era suficiente. Todos los consejos se quedaban en nada. Mis padres, mis hermanos, mis amigos, mi jefe, mis compañeros de trabajo. Pero yo no podía dejar de pensar en ello. ¿Era yo el verdadero culpable? Caminaba intentando olvidar. Veía algunas películas que me recomendaban para intentar superarlo. ¿Por qué era diferente? ¿por qué tantos porqués y ninguna respuesta? El resto de mis problemas eran absorvidos. Conseguía llevar una vida normal. Dormía y soñaba cosas de todo tipo. Pasaba el tiempo en lugares comunes. Iba al teatro. Pero a veces volvía a mí de tal forma y con tal fuerza que no podía más que admitir que era algo humano, demasiado humano. Pero ¿por qué yo? Sin embargo, lo que me ocurrió me hacía parecer más atractivo a los ojos de mis amigos, de mis padres, de mis hermanos, de mi jefe y de mis compañeros de trabajo. Eso me hacía sentir seguro dentro del desastre. Parecía llevarlo siempre encima como un tatuaje. ¿No os parece bella la forma de champiñon de la bomba atómica? Desnudo lo notaba más, me sentía enrarecido cuando lo pensaba. Si me preguntaban, nunca mentía, siempre decía la verdad aunque me costase. Es cierto, que, en ocasiones, inventaba historias para justificarme o le pedía a quién me acompañaba que la contara en mi lugar. Mis padres no se avergonzaban delante de sus amigos, al contrario, me acariciaban el pelo y sonreían. Eso me ponía de los nervios. Quería acabar con lo que me ocurrió ese catorce de abril y que sigo arrastrando y reflejando en todo lo que hago: desde cuando meto los platos en el lavavajillas o escribo. Ese algo que ocurrió eres tú.

ROSAS AMARILLAS

Cuando abrí la puerta de la floristería estornudando, sonó la campanilla colgante, me dirigí al mostrador y pregunté al floristero si tenían servicio de envío a domicilio.

No había consultado el significado de cada una de las especies de flores. Me había plantado allí habiendo leído sólo algunos poemas de "Las flores del mal". Tenía claro, eso sí, que no quería que fuesen flores de color rojo porque simbolizaban pasión, y aunque la sentía, no quería demostrarlo.

El floristero me recomendó enviar orquídeas en una pequeña maceta. Pero yo quería flores con espinas en los tallos. Quería que fuese un regalo lo más caduco posible. Quería que se cayesen los pétalos y se pudieran utilizar como marcapáginas para libros.

Ante mi brote alérgico, el floristero me entregó un enorme sobre para escribir en él la dirección a la que irían dirigidas aquellas flores que todavía no había escogido y una diminuta tarjeta para escupir una nota. Decidí utilizar la técnica de la escritura automática. Puede que ésto fuese un error, pero al menos lo que escribiese, sería verdad. Descubrí que enviaría un ramo de rosas amarillas. Fueron las únicas flores que pudieron distinguir mis ojos acuosos. El espacio que tenía para expresarme estaba limitado a un haiku de amor: Estornudé sobre ella y escribí: "Eres mi spleen ideal". Adorné la frase con una firma inventada, como símbolo de un nuevo comienzo o de un nuevo final. Sellé la fecha en números romanos.

A día de hoy la persona a la que mandé flores no ha dado señales de vida. Ni de agradecimiento ni de desagrado por aquellos capullos. Debí llamar al floristero para confirmar si el envío se hizo correctamente. Luego supe que simbolizaban amistad. Pero prefiero imaginar que ese ramo de rosas amarillas tenía como destino no llegar nunca a su destinatario.

Cinéma

Comenzó a llover. Un poco desorientado
busqué un cine. Sabía que había uno cerca
buscaba una sala de cine para refugiarme
como en un templo.

Vi a lo lejos el neón rojo
Corriendo hacía la cartelera
No me interesó demasiado ninguna película
Fumé un cigarrillo en la puerta
Observaba París andar rápido
Buscando un café o un centro comercial
donde refugiarme como en un templo.

Sex-shop (París)

Entro en un café del 18 arrondissement-
Pido una pinta-
Me siento en la mesa al lado de la ventana que da a la calle-
Veo que el bar está en frente de un sex-shop-
Cuento las personas que pasan por delante sin entrar-
Ocho personas solas-
Más de diez repartidas en grupos-

Una persona sale del sex-shop-
Me he bebido la pinta en veinticinco minutos.

Duelo (cowboy) (15 pasos)

Espalda contra espalda. El limbo del primer paso. La gota fría en la sien del segundo. El tic en el ojo del tercero. La mandíbula tensa del cuarto. El rezo interior del quinto. La piedra en la bota del sexto. El leve desequilibrio del séptimo. Percibir el sonido del viento en el octavo. Las preguntas del noveno. Preparar mi mano en el décimo. Desperezar los dedos en el undécimo. Contemplar el horizonte en el duodécimo. En el treceavo la mirada en el suelo. Abrir levemente las piernas en el catorceavo. Darme la vuelta en el quinceavo y disparar. Seguir vivo quieto en el cero.

[Funambulista] (pasos)

El primer paso flojo sobre la cuerda fue fácil. El segundo con el izquierdo estaba ya todo decidido. Veía a la gente diminuta. El silencio sepulcral reinaba. Ya lo había hecho otras veces. Paso a paso mi espada la pértiga me protegía. Podía temblar si quería. Eso aumentaría aún más mi proeza. Las gaviotas bailaban. Un minuto antes me había proyectado llegando sólo a la mitad del trayecto. Las manos me sudaban. Las mallas me quedaban pequeñas. Había engordado porque la representación de Hamlet fue un éxito. Comenzó a llover. A partir de ahí, todo empeoró. No llevaba ropa interior. Los gritos de las madres tapando los ojos a sus hijos me desconcentraban. La vi al otro extremo de la cuerda. Sus ojos parecían decir: habrá recompensa. El anillo en su dedo anular me deslumbraba. Continué únicamente porque la amaba y quería llegar hasta ella, sin red.


Oasis

No veo nada. Mis pies se hunden cada vez más en la arena. La túnica pesa. Los billones de estrellas me agobian. No vislumbro la luna por ninguna parte. No sé en qué dirección camino. Hace mucho frío. Los granos de arena golpean mi cara por el viento. Estoy solo en medio del desierto. Supongo que tardo una hora en subir cada duna. Tengo sed. Tengo miedo. Estoy agotando el instinto. Ya no recuerdo cómo he llegado hasta aquí. Y no consigo imaginar que pasará. Las probabilidades parecen nulas. Bebo el sabor salado de mis lágrimas. Me balanceo y continúo andando a rastras. Me arden las líneas de las manos. Caigo tendido boca abajo. No puedo moverme. Apoyo la barbilla sobre el zurrón vacío y al mirar al frente por última vez, distingo, a lo lejos, un oasis.

No estoy preparado para decepcionaros



No estoy preparado para decepcionaros,
de nuevo,
ya las piernas me tiemblan bajos estos pantalones brillantes
negros.
He ensayado la mirada perdida
de perro
de desafío
de gato
de reto
a hacer lo que quiera
a pesar de no estar preparado para decepcionaros.

Farmacia

Mis labios me queman, heridos por el frío parisino, rojos.
Entro en una farmacia de los Campos Elíseos y
lo explico perfectamente.
Compro una barra de Avène Eau Thermale,
Cold Cream, 
Stick Lévres,
Lip Balm.

Notas sobre cómo ser escritor


Empezar por el final. Escribo por una sola razón: la soledad me obliga. Me obliga a matar el tiempo para no sentir el aburrimiento. Algo hay que hacer cuando uno se siente especial, y hay que aprovechar los esfuerzos que se han hecho por mantenerse al margen hasta llegar a ese punto en que la única persona que podría ser tu amigo es tu padre, ya anciano, que reclama un poco de paz y no un hijo-amigo. Leer es escribir más tarde. Elige algunos autores al azar. Estudia sus biografías y copia o desea ser tan interesante como ellos. Luego ya tendrás tiempo de escribir. Pasea tu saco de huesos por bibliotecas, museos, cementerios y otras heterotopías. Hay una razón por la que estás en una biblioteca: las filas de libros son trincheras que te protegen. No eres un extraño en ellas. Quieres ser escritor pero sólo te gustan las portadas de los libros: su color, los títulos de las obras y encontrarlos por sus signaturas. Desea a los amantes de los escritores que has elegido leer al azar. Busca entre las miradas furtivas de la sección de "Poesía y ensayo francesa", en los silencios y en la forma de agacharse para buscar un libro en la estantería más baja. Esta búsqueda también vale para el supermercado. Bebe alcohol sólo si tus autores favoritos lo hacen. Pero escribir algo con sentido borracho está reservado a unos pocos. Di a las pocas personas que conoces que eres escritor. Si insistes acabarán creyéndolo. Léeles algo de lo que has escrito sin que te lo pidan. Persígueles si es necesario, y luego no vuelvas a leerles nunca nada. Más tarde irán a ti para preguntar. Pensarán que el hecho de que no vuelvas a insistir implica que has escrito algo interesante, algo que quieres ocultar y que por ende, que podría interesarles. Ten periódicamente bloqueos creativos, incluso antes de empezar a escribir nada. Intenta escribir lo menos posible. Cuando lo hagas, lo que escribas tendrá más valor. Combina libros de bolsillo de ediciones baratas con la lectura de enciclopedias que pesen más que tú. Ojea en los puestos y en las librerías pero nunca compres nada. Ahorra. Siempre hay algo en casa que todavía no has leído. Devora las lecturas fáciles y a mano: los componentes de lo que comes o del gel del baño. No leas mientras estás sentado en el váter, quizás sólo lo que escriben algunos autores o los que dicen ser tus amigos. Di que hay que vivir primero experiencias interesantes e intensas para luego tener material con lo que escribir, pero nunca hagas nada. Pasea mucho por los parques, pon cara de que la naturaleza te fascina aunque en el fondo no sientas nada. Crítica a otros autores aun no habiendo leído sus obras. Critícate a ti mismo pero teniendo siempre en mente que eres genial. Lee sólo los estudios sobre ciertas obras, los prólogos de las diferentes ediciones o entrevistas del autor sobre la obra, nunca la obra en sí. No muestres que te sientes feliz. Todos sabemos que la felicidad no existe. Y además la felicidad es enemiga de estar maquinando nuevas historias profundas y oscuras que podrán servirte como material para un microensayo. Afirma que entiendes a Borges. Inmediatamente después habla de su ceguera y de que el último color que vio antes de quedarse ciego fue el amarillo. Pasa a hablar de los colores. Busca los lugares comunes, en especial “La Gaviota” de Chéjov. Escribe sólo títulos, los títulos de tus propios poemas, nouvelles, ensayos y dramas. Sólo títulos, luego ya tendrás tiempo de escribir las obras, o de producir una sola sólo de títulos. Escribe cartas a tus amigos diciendo que estás escribiendo mucho, aunque no sean amigos y aunque no sea verdad, en ese momento estarás escribiendo algo y eso es algo que no podrán negarte. Puedes escribir en servilletas de bar, pero no te limpies luego con ellas: la tinta va a los dedos y de los dedos a la camisa. Todos sabemos lo difícil que es quitar la tinta. No gastes dinero en papel. El mundo está lleno de espacios donde poder escribir. Los dorsos de las facturas y de las amenazas, las páginas finales de los libros, el papel higiénico, las paredes. Mantén tu atractivo mientras destrozas tu belleza. Fuma un cigarrillo tras otro sólo delante de la gente. Llora de vez en cuando, luego ríe desmesuradamente. Que vean que puedes escribir tanto comedia como tragedia. Lee de vez en cuando los resúmenes de los capítulos de “El Quijote” que hiciste en el instituto. Todo lo que escribas destrúyelo. Perfecciona tu tiro a la papelera, luego ganarás a tus amigos al baloncesto. Vive a costa de la gente que tienes a tu alrededor. Ellos piensan que los escritores malviven. Aprovéchate de la situación. No te tomes en serio, pero cuando otros no lo hagan, indígnate. Reflexiona de vez en cuando sobre lo que quieres conseguir escribiendo aunque en el fondo estés pensando en dinero. No hables mucho. No te delates. Ahorra palabras. Pinta, diseña, esculpe. En resumen: no escribas.

Nos sumamos

Pienso en que en el futuro reconoceré tus cualidades en él,
una suma más, una razón más por la que le amaré.

He visto al resto de mis amantes pasados en ti:
sus sonrisas, sus historias, sus silencios
me recuerdan.

Es un lío. Un montón de piedras y rosas
tiradas sobre ti, que deforman lo nuevo
para lo viejo de mí.

Yo tengo las cualidades de tus amantes pasados,
a que sí,
lo especial de las miradas ya traducidas
de las cabezas gachas o erguidas
de tus amantes
de tus amantes pasados que reconozco en mí
ahora
cuando me sonríes o dices entender
lo que quiero decir: son mentiras
mezcladas con bromas
con melancolía.

En la noche, cuerpo a cuerpo, docenas de mí y de ti.

Idea

La mesa
Las cortinas anudadas
El silencio
La alfombra
La papelera desbordada
La maleta abierta en el suelo
La herida
Una nube blanca de humo de cigarrillo
Una nube blanca que atraviesa la ventana
La forma definitiva de la herida
La cura
La cicatriz
El teléfono mudo
El paraguas apoyado en la pared
La cama
Un jarrón con flores
Las piernas cruzadas
El dedo índice en la boca
La mirada furtiva en el espejo.

El rugoso sonido del lápiz sobre el papel.