Frío letón

Si me como todas estas galletas de canela en forma de muñeco o ídolo prehistórico puede que entre en calor. Porto lana merina sobre el regazo, pecho y hombros y escribo con tinta azul coagulada como sangre. Si revienta la pluma por la pasión con la que escribo la mancha incómoda se absorbería como un oasis en este mar de disfraz de oveja peruana. 

¿A quién besaría debajo del muérdago? 

Me besaría a mí mismo frente al espejo, como Alain Delon en aquella película dirigida por Melville. Podría hacerlo hoy pero no tengo una personalidad tan narcisista: todos lo hemos hecho. Las luces en la ciudad lucen muy kitsch salvo en la calle donde vivo que son muy sobrias y elegantes. Afuera hace frío. No me molesta estando en el interior, de mí mismo. Una clienta me dijo que nevaría uno de estos días. No la creí. Quizás nieve en la televisión. Siento algo de frío en las manos, pero no tiemblan. Hay unos guantes de boxeo sobre la silla. Podrían valer.  Son guantes de cualquier modo. En el portal de Belén no aparece María Magdalena. Yo tampoco aparezco. No estaría mal. La calle es un pesebre viviente llenos de Judas. Yo no sé qué personaje representaría, supongo que el de un árbol. Una vez hice de cruz. No lo hice nada mal. Acostumbro a representar ese papel alguna vez cada cierto tiempo, aunque pienso que es un error hacerse la víctima. La nochebuena se acerca e hiela y estoy guapísimo pero nadie me ve. Me ve Pina, la gata, pero creo que lo hace en blanco y negro.

Si enciendo estas velas puede que entre en calor. Robarán el oxígeno, como plantas que no son de interior. Eso dicen.

¿A quién regalar corbatas, perfumes o videojuegos?