Ramo

El sol de primavera me cegaba el paseo y yo me dejaba, cuando al mirar por una intuición muy muy involuntaria a los cubos de reciclaje de basura, encontré entre el verde y el amarillo, plantado en el suelo, un ramo completo de flores. La ceguera y la mirada miope de horizonte pasó a ser la de uno ojos desorbitados de huevos fritos. No por el hallazgo de algo en perfecto estado poético que valiera dinero sino por la curiosidad sobre la historia que habría detrás de ese ramo. Me acerqué, lo recogí, lo abracé por el envoltorio transparente. No tenía una nota. El lazo rojo alrededor ni siquiera estaba deshecho. Quizás fue comprado, ofrecido y rechazado y luego de rabia tirado a la basura. No había indicios de violencia. ¡Las flores estaban perfectas! Eran flores de amor, de eso estaba seguro. Los colores distribuidos en rosas, blancos, lilas, y un hermoso girasol en el centro. Era precioso, precioso. Lo rescaté como si fuera un gato abandonado. Lo llevé acunándolo como si fuera miss Nuevos Ministerios. Pero quedaban muchos pasos hasta llegar al trabajo. Tuve la tentación de volver a casa y dejarlo. Tampoco tenía un florero en condiciones para tal imperioso bouquet. Decidí dejarlo entre los arbustos de un parque y a la vuelta, quizás lo recogería. El destino decidiría de nuevo. Si alguien lo veía, y le gustaba y se lo llevaba, sería como si yo se lo hubiera regalado también, y no lo hubiese rechazado. Pensé en muchas otras ficciones, me preguntaba sobre qué querría decirme la diosa Cibeles con ese ramo. Quizás me felicitaba por algo que no sabía. Quizás simplemente todo era consecuencia del comienzo de primavera.

Mickey Mouse

Mickey Vudú Odiaba levemente a David, o al menos lo odié durante esa hora. No está bien odiar y además no sé me da bien. No podría llegar a ser un odiador profesional. Lo único que tenía a mano era un muñeco de peluche de Mickey Mouse. Mis sobrinos me lo trajeron de Disneyland París. Al menos serviría para algo más que para coger polvo entre las cajas que tengo para las herramientas. Soy muy macho. Adoro mis cajas de herramientas. No las uso. Pero allí están mis cajas y me encanta tenerlas y verlas. De allí también saqué las agujas, también puedo ser muy femenino. Me encanta mi kit de costura. Pensé en lo mucho que detestaba a David por lo chic que era y empecé a clavárselas al pobre Mickey. No se quejaba, me quejaba más yo la verdad. Nadie que lleve esos zapatitos amarillos merece ese trato. Recordé de pronto que en una conversación tremendamente sería que mantuve con David él me confesó que era más del Pato Donald. Por tanto ese ejercicio de odio no estaba sirviendo realmente para nada. Decidí que pasaría a ser un tratamiento de acupuntura. Tiene que ser muy estresante ser Mickey Mouse en Disneyland Madrid. ******************************************************************************************************************************************************************************************************************************** Jack insistió en que visitar Disneyland Orlando era muy caro, muy caro, carísimo. Cuando lo decía, abría muchísimo sus ojos azules como si quisiera a la vez preguntarme si yo podría permitírmelo, pagar esa ingente suma de dinero, si yo también era rico, si yo también podría ser americano. Si no, quizás no estaría interesado más en mí. (Cuando era adolescente gracias a un guión humorístico para un concurso de la editorial Oxford Pocket gané un viaje a Disneyland París, pero no se lo dije). Dudé si mi ingenio a la hora de escribir le valdría como un equivalente al dinero. Al menos yo también había visto a Mickey Mouse, o en su defecto, había también saludado amablemente al hombre o a la mujer que se escondía bajo el disfraz. Continuó relatando ese periplo multimillonario, desglosando todos y cada uno de los gastos por cada uno de los miembros de su familia numerosa. Yo en silencio, preferí ser pobre para él (esperando que al menos, no de espíritu). ********************************************************************************************************************************************************************************************************************************** Un seis y un cuatro la cara de Mickey Mouse. Cada vez que me reunía con mi familia y aparecía alguno de mis adorables sobrinos pequeños, todos los adultos posaban sus miradas sobre mí y nos decían: dibuja con tito Juan. Por lo que, sentados ambos sobre cojines para llegar a la mesa con facilidad y con folios en blanco en mano y rotuladores como espadas de arcoiris, comenzaba a darle una masterclass sobre como dibujar a Mickey Mouse. De memoria y a fuego por el aburrimiento, primero la nariz, luego la boca y lengua (siempre sonriendo), los ojos (un poco desorbitados) y por fin la silueta de las absurdas y maravillosas orejas redondas. También las patillas. A veces incluía una pajarita. Yo al hacerlo tan rápido, como si estuviera poseído por el mismísimo Walt, los ojos de mi sobrino de aquel día resplandecían de gracia como diciendo: hazlo de nuevo. Me vale este entretenimiento instantáneo y podría pasar toda la tarde admirándolo hasta que te desmayes. Y yo lo perfilaba de nuevo en un nuevo folio. Y el anterior caía acumulándose en el suelo. Al decimocuarto Mickey Mouse se me nublaron los ojos. No había lugar para una parada para tomar un café y fumar un cigarrillo. El suelo de la sala se convertía en una sábana sánta tributo al ratón. Un eterno retorno que comenzaba a ser insoportable. Mucha presión. Nunca querría decepcionarles como tío. Por fin, él se animó a hacer uno. Con su manita no sabía coger el rotulador correctamente y posado sobre la hoja parecía que la iba a acuchillar de tinta. El primer intento y único, reconozco que fue interesante, con sólo seis rayones parecía satisfecho de su obra y pareciera que me estaba retratando realmente a mí. Su obra punto y final de la sesión era la de una cara de Mickey Mouse distorsionado, espachurrado y al que un camión le había pasado por encima. Pero con una sonrisa de medio lado y un corazoncito sobre su cabeza. *********************************************************************************************************************************************************************************************************************************