Ramo

El sol de primavera me cegaba el paseo y yo me dejaba, cuando al mirar por una intuición muy muy involuntaria a los cubos de reciclaje de basura, encontré entre el verde y el amarillo, plantado en el suelo, un ramo completo de flores. La ceguera y la mirada miope de horizonte pasó a ser la de uno ojos desorbitados de huevos fritos. No por el hallazgo de algo en perfecto estado poético que valiera dinero sino por la curiosidad sobre la historia que habría detrás de ese ramo. Me acerqué, lo recogí, lo abracé por el envoltorio transparente. No tenía una nota. El lazo rojo alrededor ni siquiera estaba deshecho. Quizás fue comprado, ofrecido y rechazado y luego de rabia tirado a la basura. No había indicios de violencia. ¡Las flores estaban perfectas! Eran flores de amor, de eso estaba seguro. Los colores distribuidos en rosas, blancos, lilas, y un hermoso girasol en el centro. Era precioso, precioso. Lo rescaté como si fuera un gato abandonado. Lo llevé acunándolo como si fuera miss Nuevos Ministerios. Pero quedaban muchos pasos hasta llegar al trabajo. Tuve la tentación de volver a casa y dejarlo. Tampoco tenía un florero en condiciones para tal imperioso bouquet. Decidí dejarlo entre los arbustos de un parque y a la vuelta, quizás lo recogería. El destino decidiría de nuevo. Si alguien lo veía, y le gustaba y se lo llevaba, sería como si yo se lo hubiera regalado también, y no lo hubiese rechazado. Pensé en muchas otras ficciones, me preguntaba sobre qué querría decirme la diosa Cibeles con ese ramo. Quizás me felicitaba por algo que no sabía. Quizás simplemente todo era consecuencia del comienzo de primavera.

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