ROSAS AMARILLAS

Cuando abrí la puerta de la floristería estornudando, sonó la campanilla colgante, me dirigí al mostrador y pregunté al floristero si tenían servicio de envío a domicilio.

No había consultado el significado de cada una de las especies de flores. Me había plantado allí habiendo leído sólo algunos poemas de "Las flores del mal". Tenía claro, eso sí, que no quería que fuesen flores de color rojo porque simbolizaban pasión, y aunque la sentía, no quería demostrarlo.

El floristero me recomendó enviar orquídeas en una pequeña maceta. Pero yo quería flores con espinas en los tallos. Quería que fuese un regalo lo más caduco posible. Quería que se cayesen los pétalos y se pudieran utilizar como marcapáginas para libros.

Ante mi brote alérgico, el floristero me entregó un enorme sobre para escribir en él la dirección a la que irían dirigidas aquellas flores que todavía no había escogido y una diminuta tarjeta para escupir una nota. Decidí utilizar la técnica de la escritura automática. Puede que ésto fuese un error, pero al menos lo que escribiese, sería verdad. Descubrí que enviaría un ramo de rosas amarillas. Fueron las únicas flores que pudieron distinguir mis ojos acuosos. El espacio que tenía para expresarme estaba limitado a un haiku de amor: Estornudé sobre ella y escribí: "Eres mi spleen ideal". Adorné la frase con una firma inventada, como símbolo de un nuevo comienzo o de un nuevo final. Sellé la fecha en números romanos.

A día de hoy la persona a la que mandé flores no ha dado señales de vida. Ni de agradecimiento ni de desagrado por aquellos capullos. Debí llamar al floristero para confirmar si el envío se hizo correctamente. Luego supe que simbolizaban amistad. Pero prefiero imaginar que ese ramo de rosas amarillas tenía como destino no llegar nunca a su destinatario.

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