Taller de escritura: FERIA DEL LIBRO

Tenía hambre y no dejaba de pensar en mi ex y en esta novela, y para dejar de rumiar todo ésto, decidí ir a la Feria del Libro para comprar el último cuaderno de recetas de la autora Julia Andrade y que además, me lo firmase. Llegué a la caseta número ciento trece. Esperé en la cola impacientemente hasta que llegó mi turno: —Hola. Estoy muy nervioso. Me encanta su libro. Quería decirle que he hecho todas sus recetas. Es mucho más guapa que en la tele —exclamé, peinándome el tupé con la mano un par de veces. —Oh, gracias, me alegro —respondió un poco apática, sin mirarme a la cara. Y qué buena idea la de incluir un picahielos en la edición. Cocinar sus recetas hace que me distraiga y no piense por un momento en la novela que estoy escribiendo —dije intentando ilusionarnos a los dos. Sus ojos se entreabrieron un poco más y esbozó una sonrisa: —Gracias, gracias ¿Cuál es su favorita? —Pues la deconstrucción de la banana en su Banana split. La propuesta de picar la banana en pequeños trozos con un cuchillo japonés me relaja mucho. Y luego volver a machacar esos trozos en un mortero de plata haciendo una pasta, también es de lo más desestresante. Resulta cómico el guiño de escupir sobre la masa final, como si se odiara a alguien. Me ayudó a superar una relación amorosa —le dije emocionado. —¿En serio? Entiendo... —dirigió su mirada a una mosca que revoloteaba— Bueno, una tiene sus licencias artísticas —al aire atrapó la mosca con el puño. —Gracias a su libro soñé que me ahogaba en una piscina de arroz con leche, en el que estaba incluido además el ingrediente secreto que propone, que imagino que es... ¿clavo? —Sí, clavo —pero Julia Andrade pensó: arsénico. —¿Podría firmarme el libro? —le puse en bandeja la primera hoja. —Yo le recomiendo que para la próxima pruebe a hacer el pastel de carne —apuntó con voz grave— Era la receta favorita de mi difunto marido. Sólo hay que meter todos los ingredientes en la picadora —sonrió mostrándome los dientes. La autora aplastó la mosca sobre la página y escribió: Para Juan, y para todos aquellos a los que hagas estas recetas y que tocarán el cielo con sus sabores —Muchas gracias. Ya que estoy en la Feria, ¿podría recomendarme algún escritor amigo suyo, que quizás, pudiera interesarme? La autora, se colocó las gafas de ver entre las sienes, con las manos las deslizó suavemente por el tabique, hasta que pude ver la mitad de sus ojos y por ende, de su mirada y me dijo: —Yo no tengo amigos, pero en ese caso, Esther Soriano Hoyuelos. Case ta número ciento treinta y dos.

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