1 cowboy

El sol era una desolación porque hería como cuchillo lorquiano, implacable. El pañuelo al cuello apretaba la nuez, y el cowboy untaba de pan los huevos fritos con tedio en el salón. Eran el cebo. Nadie le molestaba siendo él mismo. Su respiración infantil contrastaba con el calibre de su pistola, que dormía sobre la moqueta verde en la que afloraban las cartas. Las municiones eran las fichas. La pérdida se pagaba con muerte. Las cabezas de arces colgadas en las paredes (sois vosotros), impertérritas observaban la escena en la que no sucedía nada.



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