vampire weekend
Cogió la copa. Sus ojos se abrieron y sus pupilas se dilataron ante el rojo del
líquido. Frotó uno de sus dedos contra la fila superior de sus dientes,
examinándolos, y la volvió a dejar en la pequeña y baja mesa circular. Se incorporó
del diván. Empuñó el caleidoscopio y observó durante unos segundos aquellos
colores geométricos. Lo tiró al suelo. Se arrastró por él hasta alcanzar una columna
de libros acumulados y reposó su cabeza sobre ellos. Miró el reloj, eran las doce.
Suspiró. Sus papilas salivaban. Se dirigió a la cocina y preparó un Bloody Mary. Lo
bebió de un trago y su torrente sanguíneo se desaceleró. Miró el calendario y era
treinta y uno de octubre. Prendió un cigarrillo y exhaló el humo. Tocó el piano. Sus
manos se movían rápido. Recordó al compositor de esa pieza al que conoció hace
dos siglos. Bajó la tapa del piano. Se forzó a cerrar los ojos y apretó las manos
contra las mejillas. Corrió hacia el portón. Del perchero eligió una bufanda y bajó al
sótano. A cuatro patas husmeó por cada rincón. Cazó una rata y la mordió. Absorbió
su sangre. Regresó al salón. Cambió de posición cada una de las polaroids que
tenía expuestas sobre la pared. Merodeó la mesa donde estaba posada la copa
roja. De cuclillas la observaba. Su lengua lamía sus labios. Sus labios se acercaron
a ella. Tiró la copa al suelo y bebió el contenido rojo desparramado. Sus ojos
soltaron lágrimas. Se tumbó. Su cabeza recordó tiempos en Nueva Orleans y en
París. Se incorporó ante una llamada de teléfono. Descolgó mientras acariciaba el
espejo. Hablaba y sonreía. Colgó y se dirigió a la ventana. Se precipitó por ella.
Planeó con su capa hasta el punto exacto donde se encontraba su amor.
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