True love

Metí el pie en el hoyo. Pensé en demandar a la ciudad. El daño ya estaba hecho y por un momento desistí de hacerlo porque sólo pensaba en ella. En su ojos, en el contacto de su piel con la de mis manos bajo su ropa. En el contacto de mi ropa contra la suya.

Miré el reloj, pero antes metí el pie en el hoyo y pensé en demandar al Ayuntamiento de Madrid. Me lo recomendó que lo hiciera una de las señoras que vino a socorrerme y que me pegó una torta en la cabeza por haberla asustado. Me pegó con otras tres señoras que se acercaron también a socorrerme y a pegarme. Estaba anestesiado por el dolor. Pero decidí ir a buscarla al trabajo.

El viaje en metro fueron seis paradas pero con el dolor que sentía en el tobillo parecieron doce.

Para llegar a la sede de su empresa había que recorrer un parque industrial y luego un parque con algunos árboles por crecer y bancos recién pintados y solitarios. Mientras arrastraba uno de mis pies por el suelo, podía ver a lo lejos el skyline de empresas.

Cuando llegué a la recepción, vi como la cara de la recepcionista quedó desfigurada después de darme los buenos días sin mirarme, supongo que fue al levantar su mirada y verme a mí desfigurado por el dolor. Le pedí aun así, que avisara a Laura, del departamento de compras.

Me senté en una de las sillas de una pequeña sala de espera al grito de dolor. Laura apareció a los cinco minutos, sorprendida.

Hablamos a un metro de distancia.

- ¿Podemos vernos luego?
- No lo sé.
- Esperaré fuera, sentado en un banco.
- No.
- Volveré a casa entonces.

Al mirarla, recordé la última vez que nos habíamos visto. Le di la espalda y crucé de vuelta el pasillo, luego la puerta que da a la recepción y luego la puerta que da al exterior. Deshice el camino, deshice las seis paradas de metro que fueron como veinticuatro. Llegué a por fin a mi estudio, frío, marrón, abuhardillado. Comencé a llorar nada más cruzar la puerta, abatido por el esfuerzo que acababa de hacer.

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