"Invocación Cheetos Pandilla Drakis"

Nunca he visto un fantasma. Y no sé si me gustaría, hay muchos humanos que lo parecen, es como si estuviera hecho. Una noche de luna llena, bronceándome lánguido en mi cama, noté como mi estómago había metabolizado los torreznos de la cena con amigos. Las cortinas azul turquesa bailaban fantasmalmente por la brisa y mi ombligo bajo la luz blanca era más marmóreo ¿Qué comes cuando te entra hambre a las 3:33? Intuía que los espejos de la casa querían decirme algo. Los sonidos que producía mi estómago se comunicaban conmigo por morse (— · — · / — — · — / — ·) Me asusté cuando algo crujió en la despensa. Prendí la vela y me incorporé para hacer un propio House Tour lúgubre y culinario. Fui al baño y el reflejo de su espejo pareció que me dijo: patatas. Intenté descifrar el mensaje adecuadamente. En el congelador había una bolsa de patatas gajo, pero no tenía aceite. Al abrir el congelador la temperatura bajó drásticamente. Y los botes de salsas comenzaron a vibrar de la nada. Estaba seguro de que no fue por el impulso pasional de electrodoméstico conocido. La despensa era como entrar en el castillo del conde Drácula. El perrito del vecino aullaba. La puerta de madera de la despensa crujía como portón antiquísimo. Guisantes, latas marítimas, botes de cristal de arroz y pasta. Mi cara se deformaba sobre sus reflejos. Descubrí como si encontrase un sarcófago una bolsa de Cheetos Pandilla Drakis. Al abrirla, el aire que contenía silbó al espacio espectralmente. Me metí en la boca primero un fantasma, luego un murciélago. Los ojos se me pusieron en blanco. Parecía que levitaba y me daba la impresión de que mi cabeza giraba sobre sí misma para volver a mirar hacia la luna. La textura crujiente y el sabor intenso a queso de los espíritus de Matutano que salían de aquella bolsa despertaban a los espíritus de los vecinos de las catorce plantas dándoles hambre. No fue necesario llamar a ningún exorcista ni a ningún kiosquero. Me comí toda la bolsa de una estacada y caí rendido como si lo hiciera sobre una tabla de madera de un barco hundido, acompañado de tiburones que degustaban ositos Haribo.

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