Peluquería 0.

El peluquero hipertatuado (palmeras, tijeras, la cara de Beyoncé, un escudo, una pantera) me dijo que el corte que me haría lo creó Vidal Sassoon y que se llamaba “Bob”. El tajo en cuestión consiste en colocar una cazuela imaginaria en la cabeza y cortar los sobrantes de los bordes. Estuve de acuerdo. Hice una referencia a "El nombre de la rosa", pero el peluquero pareció no entenderme. La peluquería contaba con una decoración tan minimalista que parece una sala de espera de un hospital dentro de una nave espacial sin cableado. Sin cazuela, pero con consciencia de ella, el peluquero estudió mi flequillo como si de un ejecicio de dibujo técnico se tratase. Tenía en frente una pequeña pantalla en la que se podían ver desfiles y capítulos de la Pantera Rosa. Con el peluquero intercambié nombres de pastillas anticaída y hablamos de cómo sería bueno empezar a ir al gimnasio con mi edad, para que cuando llegase a los cuarenta continuase manteniéndome en forma. Lo peor de la experiencia fue que fui el último cliente al que le cortaron el pelo antes de que cerrase la peluquería y pude comprobar como todos los empleados (un pelquero y dos peluqueras más) correteaban nerviosos por cerrar. El juego de espejos les delató: estaban metiéndose rayas de cocaína en uno de los cuartos de aquel espacio demasiado blanco y demasiado vacío. ¡Incluido el peluquero que me cortaba el pelo a mí! El corte "Bob" es de la décado de los sesenta, intenté ser comprensivo... Pero fue algo bueno, y sólo hizo un viaje antes de terminar conmigo. No supe si era para controlar al resto de empleados pero intuí lo contrario por como sorbía para dentro de su nariz los no-mocos y en como el resto le acosaban preguntando cómo iba, si se sentía extraño).

A mi no me importaba, claro que me molestaba que no me invitasen, aunque fuera para decir no.

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