Dehesa

Los dos galgos que te pasean
son como dos esfinges que te protegen.

Al golpe ese bastón produce terremotos.

Debajo de la boina guardas semillas en primavera
hiedra cae sobre tus orejas y a las doce el barbero poda.

Si el invernadero es un iglú y el salmón es un conejo,
la soledad de la Dehesa es la soledad del Ártico.

Sí. Los zorros allí son blancos.

La viña moriría. Es la espada del narval
la sangre, el iceberg.

También en la Dehesa no todo es lo que parece.

Las serpientes aguardan entre los arbustos,
las bellotas son bolindres que resbalan.

¿Qué harás tú en el Desierto?
¿Qué harías con las jaulas de las perdices?

Los alacranes negros escaparían. Marruecos
no está lejos quizás volverían.

Solo al alba te encuentras,
respiras un año más cada mañana.

Estás enterrado allí aunque no veas las raíces,
estás atado a la encina más longeva clavado
en el alcornoque más poroso.

El encantamiento del atardecer te emborracha.

Descalzo con las tres botas sobre el hombro,
la espiga y el cigarro en la boca los galgos
son como dos esfinges que te guían.

No hay comentarios:

Publicar un comentario