¿Qué fue primero el huevo o Juan Dando?

Han cancelado la celebración de conciertos en el Bernabéu. Probablemente afecte a mi creatividad a la hora de escribir microrrelatos. Muchos encuentran la inspiración en la naturaleza, el amor o el paso del tiempo. Pero siendo vecino del barrio y haberme visto envuelto en los ambientes postconcierto, ando un poco nervioso. Me he transformado ya en Taylor Swift, Luis Miguel y Manuel Carrasco, entre otros. Quizás debería transformarme ahora para escribir simplemente en Courtois, Carvajal o Brahim. A pesar de ser del Atleti. O estaré condenado en transformarme en mí mismo. Reflexionando sobre ésto, fui al baño a enjabonarme la cara con Avène Gel Nettoyant. Me vi como un huevo frito en el reflejo. La nariz como yema. La espuma como clara. Me entraron ganas de echarme unas gotas de vinagre y un poco de pimentón de La Vera. Y de pringar pan sobre mi rostro. Sólo tenía de molde. Las patillas ejercían de bacon y las cejas de puntillitas. Si ya no había artistas invitados cerca de mí, supuse que transformándome en un huevo frito podría matar mi hambre de escribir. La parte del huevo en mi corazón estaba revuelto. Y los ojos duros. Y la mente Benedictina. Mi estudio olía a corral. Y la cafetera parecía controlarme como un gallo. Había quedado a la noche siguiente para ir al cine, y mi dresscode en ese momento era de brunch. Calcio, hierro, potasio, zinc, manganeso, vitamina E y folato los incluiría entre los once del Real Madrid. La tensión arterial mejoraba a cada frote de mis mejillas. Deseé estar escalfado en una tumbona o poniéndome guapo Fabergé para ir a la ópera. Pero llegaba el otoño, así que me tumbé en la cama, cansado y satisfecho después de una jornada laboral intensa y me convertí en una esponjosa tortilla. Soñé con patatas.

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