Poso

Ante la pregunta a sí mismo, utilizó el poso que quedó en el fondo de la taza como bola de cristal. Los restos de azúcar sobre aquella luna marrón de café cuarto menguante eran como estrellas luminosas. Esto era un signo de esperanza y a la vez de visita al dentista. Antes de nada, aquella forma, le pareció bonita. Pensó que significaba que tenía buena genética y que la tendría en el futuro. El café sobrante estaba realmente adherido a la vajilla, sería consecuente con todo lo que hiciese, casi quedaba un pequeño sorbo, todavía quedaba algo que decir. Claros oscuros, como diluidos en témpera. Visualizó un inevitable futuro artístico. La gama de marrones era mayor que la del arcoiris, al menos más de siete amantes. Al mover la taza, se deslizaron algunas gotas, serían algunas lágrimas, seguramente de alegría. Al estabilizar el poso, pareció crearse una especie de entramado líquido de ramajes de árboles al alba destilando rocío: momentos de paz en la naturaleza. La mañana avanzaba y el croissant le miraba de reojo. Un emoticono de cara sonriente se dibujó en el poso: próximos buenos amigos digitales. Simuló tirarle un beso: el café sería fuente de amor y de inspiración creativa.

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