Mi novio era tan, tan alto que tenía que ponerme las puntas de ballet para besarle. Lo amaba, pero no respirábamos el mismo aire. Está muy bien que cada uno fuese independiente en su atmósfera. Cuando más disfrutábamos era sentados o en horizontal. Nuestros ojos estaban al mismo nivel y nos decíamos: te quiero. Yo tengo unos botines con tacón cubano de seis centímetros: ni aún así. Él era el Empire State y yo, no sé, una cabaña en el bosque. Ojalá fuera una en un árbol, en una secuoya. Nuestro amor estaba exactamente al nivel del limpiador de cristales de un rascacielos. Fuera complejos. Me decía. El amor está por encima de. ¿El tamaño no importa no? Nicole Kidman y Tom Cruise, Lauren Bacall y Humphrey Bogart. Él siempre limpiaba en los sitios más altos y alcanzaba la máxima estantería de la biblioteca cuando queríamos leer a un autor por la A, Asimov por ejemplo. Y yo limpiaba por los sitios más bajos y encontraba las monedas o los billetes caídos o los tornillos de Ikea desperdigados. Nos complementábamos, pero en una rueda conjunta de reconocimiento policial a lo Bonnie and Clyde, nuestras cabezas no saldrían juntas. Y en una tarta de boda, su muñequito, me robaría el protagonismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario